Las mujeres y la incontinencia
“A pesar que cerca del 35 por ciento de las mujeres tiene incontinencia urinaria sólo consulta el 20% de ellas.”
El Doctor Luis Cruzat, quien es experto en menopausia, agrega que la vergüenza es el principal enemigo de esta condición, ya que el impacto psicológico lleva a no hablar del tema, “lo que no sólo altera la calidad de vida personal, sino también familiar, sexual y la relación de pareja”.
Mojar la ropa interior con orina sin darse cuenta, liberar una cantidad mínima cuando estornudamos, o tener deseos incontrolables de ir al baño y no alcanzar a llegar, son situaciones frente a las cuales debemos estar alerta, ya que dejan al descubierto la existencia de una incontinencia urinaria (IU). Una condición que no es una enfermedad en sí misma, sino el reflejo de otras alteraciones que están ocurriendo en nuestro organismo.
Es por esto que debemos tomarla como una señal de advertencia y no esperar a que ese molesto goteo pase de un estado leve a uno severo alterando aún más, nuestra calidad de vida.
No hay duda que son las mujeres quienes más la padecen, ya que en sus vidas se ven enfrentadas a diversas situaciones, como los partos y la menopausia, escenarios habituales para su desarrollo. “Hay estudios que demuestran que más del 90 por ciento de las mujeres que han tenido dos partos tienen algún grado de IU. Y si a esto le sumamos el sobrepeso, la falta de ejercicios para mantener el piso pelviano adecuado en el embarazo y partos vaginales con bebés grandes, la cifra puede llegar al 98%”, comenta el ginecólogo de Clínica Indisa, doctor Luis Cruzat.
El especialista, quien es experto en menopausia, agrega que más del 50 por ciento de las incontinencias se detectan durante esta etapa. Una cifra muy significativa si consideramos que estadísticamente la mujer chilena tiene vida hasta los 83 años promedio, lo que significa que por más de treinta años estará viviendo la menopausia. “La falta de estrógenos se ha visto asociada a una alteración de la musculatura pelviana y del hábitat propio de la vejiga y la vagina, cambiando el pH y los gérmenes que existen habitualmente. Es por esto que los ginecólogos debemos proporcionar una terapia hormonal que le permita a la mujer mantener su vida habitual”, explica el especialista.
Pero ni los partos ni la menopausia son los principales motores y agravantes de la incontinencia sino un factor social que muchas veces termina en una consulta médica tardía y por ende en un tratamiento que debiese haberse iniciado cuando recién se desencadenó. Estamos hablando simplemente de la vergüenza. “A pesar que cerca del 35 por ciento de las mujeres tiene esta condición, sólo consulta el 20% de ellas”, explica Cruzat. El especialista agrega que no sólo altera la calidad de vida personal, sino también familiar, sexual y la relación de pareja.
“Hay pacientes que se orinan al momento del orgasmo, lo que les genera un distanciamiento con su pareja y no estamos hablando de mujeres de la tercera edad sino de aquellas que bordean los 45 o 50 años. Por lo tanto, la vergüenza de contar lo que les está pasando tiene un impacto psicológico tremendamente grande”, señala el especialista.
Causas y tratamientos
La incontinencia urinaria no responde a un patrón determinado ni tampoco es señal de vejez, ya que puede generarse en cualquier etapa de la vida. Aparece como consecuencia o inicio de algunas enfermedades, por la utilización de ciertos medicamentos o por infecciones del tracto urinario. En el embarazo, por ejemplo, se puede dar por esta última situación siendo incluso asintomática, por lo que es fundamental un examen que permita detectar su causa.
Otros síntomas que no pueden pasar inadvertidos son la incapacidad para orinar; dolores asociados al llenado de la vejiga o al momento de la evacuación; debilidad progresiva del chorro urinario; y mayor necesidad de ir al baño o no alcanzar a llegar a tiempo, entre otros.
Las incontinencias también se clasifican según el trastorno: de urgencia (se refiere a la incapacidad de contener la orina el tiempo suficiente para llegar al baño, es frecuente en personas con diabetes, derrames cerebrales, demencia, Parkinson o esclerosis múltiple); de esfuerzo (es el tipo más común y se asocia con el derrame de orina al hacer ejercicio, toser, estornudar, reír, levantar objetos pesados o realizar movimientos que hagan presión en la vejiga); funcional (el paciente tiene un sistema urinario normal pero no puede utilizarlo debidamente por algunos trastornos como el Parkinson, Alzheimer u otras formas de demencia); e incontinencia por sobrecarga (se derrama orina cuando la cantidad producida excede la capacidad de almacenamiento de la vejiga).
Cada caso es único y particular, por lo tanto los exámenes, la evaluación médica y la consulta oportuna son fundamentales para el tratamiento. “Primero debemos evaluar clínicamente a la paciente para saber si hay un prolapso, también se analizan las musculaturas de la vejiga y de la uretra mediante un estudio urodinámico y en otras oportunidades un urólogo lleva a cabo una cistoscopia, un procedimiento que permite ver a través de una minúscula cámara el interior de la uretra y la vejiga”, explica el doctor Cruzat.
Según los resultados se evaluará el tratamiento correspondiente. Pueden ser sencillos cambios conductuales, como por ejemplo cambiar el horario en la ingesta de ciertos medicamentos o reducir el consumo de líquidos en las horas previas al descanso, o comenzar a utilizar productos para la absorción de la orina, como apósitos o pañales que permiten continuar el normal desarrollo de la vida cotidiana. En otros casos se puede recurrir a la electroestimulación de la musculatura perineal, medicamentos o cirugías.
En la actualidad, el mercado ofrece una amplia gama de productos creados y diseñados para cubrir especialmente todas las necesidades según el grado de incontinencia. Podemos encontrar desde toallas, apósitos, protectores y sabanillas para grados leves, hasta ropa interior desechable y pañales para grados mayores. Son artículos elaborados con cubiertas suaves que protegen la piel manteniéndola seca, gel absorbente que gelatiniza los fluidos, cintas adhesivas replegables, neutralizador de olores, barreras antidesbordes e incluso indicadores de humedad.
El especialista explica que en general no existe un 100 por ciento de solución. “Antiguamente los tratamientos que se hacían tenían pobres resultados y a los cinco años entre el 20 y el 40% de las pacientes podía volver a recaer. Hoy podemos decir que a los siete años sólo vuelve a consultar entre el 10 y 15 por ciento”.
Dejar la vergüenza de lado definitivamente es el primer paso en la lucha contra la incontinencia urinaria. Es por esto que el doctor Cruzat insiste que se debe confiar plenamente en el ginecólogo ya que es el médico, que en más del 90 o 95 por ciento de los casos, es el responsable de preguntar, guiar, tratar o derivar a la mujer para brindarle una mejor calidad de vida.
El Doctor Luis Cruzat, quien es experto en menopausia, agrega que la vergüenza es el principal enemigo de esta condición, ya que el impacto psicológico lleva a no hablar del tema, “lo que no sólo altera la calidad de vida personal, sino también familiar, sexual y la relación de pareja”.
Mojar la ropa interior con orina sin darse cuenta, liberar una cantidad mínima cuando estornudamos, o tener deseos incontrolables de ir al baño y no alcanzar a llegar, son situaciones frente a las cuales debemos estar alerta, ya que dejan al descubierto la existencia de una incontinencia urinaria (IU). Una condición que no es una enfermedad en sí misma, sino el reflejo de otras alteraciones que están ocurriendo en nuestro organismo.
Es por esto que debemos tomarla como una señal de advertencia y no esperar a que ese molesto goteo pase de un estado leve a uno severo alterando aún más, nuestra calidad de vida.
No hay duda que son las mujeres quienes más la padecen, ya que en sus vidas se ven enfrentadas a diversas situaciones, como los partos y la menopausia, escenarios habituales para su desarrollo. “Hay estudios que demuestran que más del 90 por ciento de las mujeres que han tenido dos partos tienen algún grado de IU. Y si a esto le sumamos el sobrepeso, la falta de ejercicios para mantener el piso pelviano adecuado en el embarazo y partos vaginales con bebés grandes, la cifra puede llegar al 98%”, comenta el ginecólogo de Clínica Indisa, doctor Luis Cruzat.
El especialista, quien es experto en menopausia, agrega que más del 50 por ciento de las incontinencias se detectan durante esta etapa. Una cifra muy significativa si consideramos que estadísticamente la mujer chilena tiene vida hasta los 83 años promedio, lo que significa que por más de treinta años estará viviendo la menopausia. “La falta de estrógenos se ha visto asociada a una alteración de la musculatura pelviana y del hábitat propio de la vejiga y la vagina, cambiando el pH y los gérmenes que existen habitualmente. Es por esto que los ginecólogos debemos proporcionar una terapia hormonal que le permita a la mujer mantener su vida habitual”, explica el especialista.
Pero ni los partos ni la menopausia son los principales motores y agravantes de la incontinencia sino un factor social que muchas veces termina en una consulta médica tardía y por ende en un tratamiento que debiese haberse iniciado cuando recién se desencadenó. Estamos hablando simplemente de la vergüenza. “A pesar que cerca del 35 por ciento de las mujeres tiene esta condición, sólo consulta el 20% de ellas”, explica Cruzat. El especialista agrega que no sólo altera la calidad de vida personal, sino también familiar, sexual y la relación de pareja.
“Hay pacientes que se orinan al momento del orgasmo, lo que les genera un distanciamiento con su pareja y no estamos hablando de mujeres de la tercera edad sino de aquellas que bordean los 45 o 50 años. Por lo tanto, la vergüenza de contar lo que les está pasando tiene un impacto psicológico tremendamente grande”, señala el especialista.
Causas y tratamientos
La incontinencia urinaria no responde a un patrón determinado ni tampoco es señal de vejez, ya que puede generarse en cualquier etapa de la vida. Aparece como consecuencia o inicio de algunas enfermedades, por la utilización de ciertos medicamentos o por infecciones del tracto urinario. En el embarazo, por ejemplo, se puede dar por esta última situación siendo incluso asintomática, por lo que es fundamental un examen que permita detectar su causa.
Otros síntomas que no pueden pasar inadvertidos son la incapacidad para orinar; dolores asociados al llenado de la vejiga o al momento de la evacuación; debilidad progresiva del chorro urinario; y mayor necesidad de ir al baño o no alcanzar a llegar a tiempo, entre otros.
Las incontinencias también se clasifican según el trastorno: de urgencia (se refiere a la incapacidad de contener la orina el tiempo suficiente para llegar al baño, es frecuente en personas con diabetes, derrames cerebrales, demencia, Parkinson o esclerosis múltiple); de esfuerzo (es el tipo más común y se asocia con el derrame de orina al hacer ejercicio, toser, estornudar, reír, levantar objetos pesados o realizar movimientos que hagan presión en la vejiga); funcional (el paciente tiene un sistema urinario normal pero no puede utilizarlo debidamente por algunos trastornos como el Parkinson, Alzheimer u otras formas de demencia); e incontinencia por sobrecarga (se derrama orina cuando la cantidad producida excede la capacidad de almacenamiento de la vejiga).
Cada caso es único y particular, por lo tanto los exámenes, la evaluación médica y la consulta oportuna son fundamentales para el tratamiento. “Primero debemos evaluar clínicamente a la paciente para saber si hay un prolapso, también se analizan las musculaturas de la vejiga y de la uretra mediante un estudio urodinámico y en otras oportunidades un urólogo lleva a cabo una cistoscopia, un procedimiento que permite ver a través de una minúscula cámara el interior de la uretra y la vejiga”, explica el doctor Cruzat.
Según los resultados se evaluará el tratamiento correspondiente. Pueden ser sencillos cambios conductuales, como por ejemplo cambiar el horario en la ingesta de ciertos medicamentos o reducir el consumo de líquidos en las horas previas al descanso, o comenzar a utilizar productos para la absorción de la orina, como apósitos o pañales que permiten continuar el normal desarrollo de la vida cotidiana. En otros casos se puede recurrir a la electroestimulación de la musculatura perineal, medicamentos o cirugías.
En la actualidad, el mercado ofrece una amplia gama de productos creados y diseñados para cubrir especialmente todas las necesidades según el grado de incontinencia. Podemos encontrar desde toallas, apósitos, protectores y sabanillas para grados leves, hasta ropa interior desechable y pañales para grados mayores. Son artículos elaborados con cubiertas suaves que protegen la piel manteniéndola seca, gel absorbente que gelatiniza los fluidos, cintas adhesivas replegables, neutralizador de olores, barreras antidesbordes e incluso indicadores de humedad.
El especialista explica que en general no existe un 100 por ciento de solución. “Antiguamente los tratamientos que se hacían tenían pobres resultados y a los cinco años entre el 20 y el 40% de las pacientes podía volver a recaer. Hoy podemos decir que a los siete años sólo vuelve a consultar entre el 10 y 15 por ciento”.
Dejar la vergüenza de lado definitivamente es el primer paso en la lucha contra la incontinencia urinaria. Es por esto que el doctor Cruzat insiste que se debe confiar plenamente en el ginecólogo ya que es el médico, que en más del 90 o 95 por ciento de los casos, es el responsable de preguntar, guiar, tratar o derivar a la mujer para brindarle una mejor calidad de vida.